EL DUENDE



No sé la fecha exacta
pero un día cualquiera
la conciencia
despertó en este cuerpo.
Desde ese día
aquí habito.
A esta piel que me envuelve
le agradezco sensaciones
climáticas, de golpes,
de caricias
y de que yo
no me desparrame
recogiendo flores.

A veces
he querido salir de mí,
escapar, viajar alto,
donde habitan los satélites,
esconderme, tranquilo,
bajo una capa tectónica
y me regreso, arrepentido.
¿Qué sería de este cuerpo sin mí?
Y ahí vamos, juntos,
y aunque no soy libre
él me transporta
donde yo quiera,
siente el aroma húmedo
del pino,
me deleita
permitiendo que me irrumpan  
los armónicos arpegios de guitarras
al compás de las falanges.
¡Cuántas historias
atrapadas en libros
me han contado estos ojos!
Y de cuando doy tumbos
en la cabeza,
ebrio de vino tinto
y no soy yo sino el otro
¿no es culpable esta boca?
¡Le debo tanto a esta lengua!
Que ha sabido contarme
del dulce de la fruta
y declama mis versos.

Aquí, atrapado adentro,
cuerpo que no merezco,
veo que vas en descenso,
que te deterioras
de tanto trajinar
sólo por darme gusto,
por quedar bien conmigo.
Yo, que te habito,
no puedo más que prometerte
que cuando falle por completo
esta maravilla en que me hospedo,
me suicido contigo
colgado
de tu último suspiro. 

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