“Juguetes” para grandes

Últimamente se han inaugurado en Yarumal varios negocios. Existe un hermoso Bulevar Comercial entre el Yarumo y la iglesia de La Inmaculada, de amplios andenes que hacen dar vergüenza al que camine por la vía. Además de centros comerciales como uno que está situado en la casa donde nació Marianito. Otro más en el Pasaje Palacio Isaza, que tiene el nombre de una pintura de Cano. Y el más nuevo, situado en El Andén, el cual no se ha inaugurado aun pero que tiene tres negocios abiertos al público en estos momentos.
Sentí curiosidad de entrar a chismosear el nuevo centro comercial. Queda debajo de la Farmacia San Rafael. Bajé las gradas y estrené el brillante piso -mis viejos zapatos sintieron pena-. Todavía están adecuando locales y los que están listos se encuentran vacíos, menos tres. El primero que topé, a mano izquierda, es un lugar donde uno encuentra peluches y otros detalles. Es una miscelánea muy bonita. De esos sitios que se buscan en los cumpleaños de alguien conocido o en días especiales. Pero no entré porque al voltear la vista me pillé otro negocio abierto al público en donde se exhibían otros juguetes y regalos para personas conocidas, pero eso sí, mucho más “allegadas”. Una tienda erótica.
Desde afuera se puede observar todos los artículos en venta a través del grueso muro de vidrio. Antes de entrar mis ojos casi saltan de sus órbitas al ver en una repisa alta, un pipí gigantesco de dos cabezas, una a cada lado. Al entrar saludé a la administradora y a tres jovencitas que preguntaban curiosamente por todo y se reían cada que tocaban uno de esos aparatos. Me metí en su juego con otra sonrisa y les pregunté si comprarían uno de esos pingüiñoños. Cuando me respondió una de ellas que “de pronto”, le dije que yo tenía uno de esos mismos, pero más pequeño y sin pilas. Soltaron la carcajada. Luego de preguntar por un kit que había en una caja y que contenía dizque un huevo vibrador, un consolador, unos aceites y otras rarezas de uso vaginal, se retiraron las inocentes muchachitas.
Al quedarme solo con la administradora le pregunté por todo lo que veía. Estimulantes, que son aceleradores sexuales multiorgásmicos, para ellas. Retardantes, para ellos. El pipí de dos cabezas, para ella con ella. Otro aparato plástico con unas bolas, de uso anal, para él con él. Vaginas plásticas lubricadas, y masturbadores eléctricos, para yo con yo. Látigos para las parejas masoquistas (de todo se ve en la viña del Señor). Y más, mucho más. Que no menciono aquí por no imitar a Uribe, “para no ofender al pueblo” yarumaleño. No vi repuestos de lenguas ni supositorios vibrantes de pilas, pero sí unas cosas con pipitas que se ponen en los dedos y otros juegos.
Pregunté por quiénes iban más, los hombres o las mujeres y me dijo que por iguales partes. Que el negocio ha tenido mucha acogida en dos semanas que lleva abierto al público. Que lo del sexo dejó de ser un tabú. ¿Y los precios de esto que tengo en la mano? (Me refiero al de mentiritas). Vea -me respondió- hay consoladores de $ 28.000 y vibradores hasta de $ 400.000. ¡Sí, cuatrocientos mil! Ah –continuó- y tenemos servicio a domicilio.
Por eso del cuento de la globalización, el TLC se anticipó a Yarumal y con él llegó otra cultura a la que nos debemos acostumbrar: la pérdida total de la vergüenza. Y no se extrañe, estimado lector, si le encuentra debajo del colchón a su hijo o hija uno de estos juguetes, o si por el contrario, se lo encuentran a usted.

Comentarios