Un ateo en un culto

Era un domingo si no estoy mal, iba por plena carrera Valdivia y alguien cantó. En varias ocasiones había pasado por allí y me impresionaba la calidad del sonido que escuchaba. Sabía que se trataba de una iglesia cristiana en donde se realizaban varios cultos a la semana y a la que había estado tentado a entrar para escuchar los músicos, pero el demonio que en mi vive lo impedía. Ese día resolví entrar porque a mi diablo interior lo había acabado de dejar borracho en Safari. Claro que el maligno me perseguía, pues antes de entrar, en el letrero donde se leía el nombre de la iglesia, pude observar un número telefónico que me llamó más la atención: 8870 666. Decidí entrar.
Unos músicos extraordinarios invitaban a tomar asiento. La gente llegaba por montones y la música se intensificaba con el pedir de la oración. Todas las personas se sabían la canción. Me fui haciendo atrasito para pasar desapercibido pero creo que hasta el Pastor sentía mi tufo de alcantarilla. Me pregunté para qué serían las sillas si todos permanecían de pie y fue cuando le indagué a una jovencita que había a mi lado sobre el significado de lo que hacían. Me dijo que no sabía pero que en esos momentos hacían una alabanza. Nada que envidiarle a un concierto de Juanes. Una joven hermosa que cantaba hablaba de Jesús Rey, una niña me dijo su nombre, pero pensé que debería llamarse Ángel, pues me dejó un mensaje hermoso, que la música puede llegar a convertir al menos creyente, hace milagros. Las personas asistentes coreaban una canción que decía: “eres el rey de los cielos”, estaban en cierto éxtasis, era una unión religiosa. Y mientras ellos sentían a Dios, yo estaba pensando en un fiao de guaro donde Jorge Peláez para embobar el guayabo.
Seguí pensando en lo inútil de las sillas, pues nada que se sentaban, al contrario, ya estaban era saltando, saltando, saltando sin parar… y salta… y salta…
En la mitad de la ceremonia me fui, no por el culto, sino por inculto. Al final me quedé con la duda de saber en qué terminaba todo, y si habrían desmayados como en la televisión, y gente llorando, pero sí le pedí a la niña que había a mi lado que orara por el perdón de mis pecados, cosa que creo hizo, o sea, que volví a ser virgen.

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