Un penitente más

La hermosa joven le pidió permiso a sus padres para irse de paseo el viernes santo a una finca de un señor amigo de la familia y allí fue víctima de la pasión del señor. Y como yo no quiero esta Semana Santa ser víctima de ninguna pasión decidí no participar en la representación de la sentencia que organiza monseñor William, en la que hice varias veces el papel de Anás. Este año voy a disfrutar de la santa semana como observador.
Pero este viernes santo seré rebelde y no guardaré vigilia. Comeré carne y no tendré abstinencia sexual, auque esto último no depende de mí. Tampoco haré caso a la ley seca y tal vez me tomaré unos vinos con dos o tres poetas rezagados del festival de poesía que organiza Hojas Sueltas el miércoles santo.
Esta semana la pasaré a lo rico así esté pobre mi bolsillo. Quiero ganarme un pedacito de cielo y por eso me aguantaré el sermón de las siete palabras que no dura sino 3 ó 4 horitas. Hasta que mi señora me despierte luego del “Eloí, Eloí, lemá sabaktani”. Y como Dios se parece a los piojos por su amor hacia los pobres se acordará de mi pobre persona.
Si encuentro a un amigo que me sirva de compinche, me iré el viernes santo en la noche por algunos solares del Asilo a buscarme un gato negro pa’ matarlo, enterrarlo y guardar sus huesos en una bolsita hecha con piel de sapo. Según el agüero, con eso nunca perderé en el juego y tal vez me gane la rifa de Alcatraz este año o le pegue a la Nueve millonaria. Tal vez este viernes sí encuentre la guaca que afanosamente busqué hace un año o estoy más de malas y me agarra Satanás infraganti en la oscuridad y me lleve por los siglos de los siglos a servirle de sazón para su olla.
El domingo de resurrección haré otra penitencia: me aguantaré las ganas de hacer críticas mentales de quienes recorren la procesión descalzos y no me reiré de Rafa cuando encore con su voz de soprano a todo pulmón la popular canción de cierre “Perdona a tu pueblo, Señor…”
Como para purificar mi alma se necesita más que un exorcista aprovecharé para hacer bendecir un bongao de agua y bañarme en él. Con eso al menos podré decirle a mi mujer que esa noche puede disfrutar del cuerpo puro que nunca tuvo. Y como ella cree que el agua bendita purifica de verdad, esa noche dormirá con un arcángel.
No serviré de carguero de las imágenes pero aplaudiré el sacrificio que hacen estos privilegiados de hombros. Yo animaré sobretodo a los que llevan los santos más pesados, a mayor sacrificio mayor indulgencia. Quién quita que me encuentre con alguno de ellos en el paraíso. Otra cosa por las que no me apuntaré al privilegio de servir de carguero, es porque yo llevo una cruz a cuestas desde que nací. Mi mamá no me iba a poner Henri sino INRI. Al menos eso me dijo una vez el registrador.
El lunes de pascua volveré a mi trabajo como un hombre nuevo debido a que me disfruté la Semana Santa. El lunes de pascua será como los primeros de enero, un respirar profundo y una frase a regañadientes: “ya se acabó la rumba, la vida sigue normalmente, ¡qué lástima!”. Ese lunes, después de haber matado de nuevo a Jesús, esperaremos impacientes que sea el fin de año para gozarnos la otra fiesta: la de su nuevo nacimiento. Es que las mejores fiestas son las del natalicio y el asesinato de Jesús, el Nazareno, cada año. De antemano, a quienes se atrevieron a leer estas líneas, les deseo una feliz navidad y un próspero año nuevo.

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