Un escrito por anís

Casualmente me encontré con Ángel Emilio Graciano ese día (28 de noviembre del año pasado) al frente de la Alcaldía. Él ya estaba picao por unos pocos guaros y yo, con el bolsillo pelao, esperaba encontrarme con Cristóbal que es quien a veces me invita a unos o varios por ahí en El silencio o en La fauna. Graciano me dijo: «Vení, que ya que te vi te voy a pedir un favor.» Y nos fuimos para El Montecarlo. Nos sentamos a la barra y ahí fue donde me disparó primero con un etílico, luego otro y ya pa’l tercero me cogió de tate quieto. El favor que necesitaba era que le hiciera un escrito para un amigo que se había acabado de graduar de bachiller con mucho sacrificio. Su regalo iba a ser un texto significativo que sería luego pasado en letra de estilo y en pergamino.
Y el tercer aguardiente me supo a gloria, sin embargo le dije que yo cómo me inspiraba para escribir un poema a alguien que no conocía y por quien no tenía sentimiento alguno. Los poemas o las cartas de amor por encargo ya no se usan. «Eso es muy cursi Graciano», le manifesté. Respondió, aclarándome, que él no quería un poema sino un texto que manifestara que los esfuerzos son recompensados y esas cosas de las que los libros de superación personal tratan. Pero no quería nada de Riso ni de Cuahtémoc. Quería que fuera algo mío. (No vayan a creer, yo tengo uno que otro fan. Usted que lee este artículo puede ser uno. ¿Soné muy petulante? Perdón.) Entonces entre uno y otro anisao abrí mi agenda, suspiré y no me salía nada. ¡Otro pa’ inspirarme! ¡Salud! Decía yo mientras Graciano conversaba con Don Fernando y su esposa. « ¿Y cómo es que se llama el susodicho para quien va dirigido este escrito? ». «Para José Alejandro Espinosa. Vos lo conocés. Le diste clase en Ochalí». «¡Güevón, pues claro! ¡Ese loco es amigo mío!» Le dije entusiasmado. Y entonces me aclaró que en Ochalí se habían graduado seis bachilleres. Ahora sí tenía motivos para escribir cualquier cosa, así sonara muy Riso y empecé:
“¿Somos sueños? ¡Vida escabrosa la del ser humano! Dormir, soñar, despertar, para seguir soñando con los ojos abiertos. ¿Eso somos? ¿Sueños? Somos más que eso: somos intentos… Los sueños son intangibles, inconmesurables y los intentos se pueden tocar, se pueden oler como a las rosas, se pueden sentir con todo el cuerpo. Los sueños sin intentos sólo duermen, roncan; quedan y mueren con uno. Los sueños con acciones hacen al ser humano trascendente, reconocido, recordado, casi inmortal. Y recuerda que para llegar a la meta hay que caminar. Como las bicicletas que se derriban si no se pedalea. Hay que seguir avanzando, despacio o lento, pero avanzar. La meta no se alcanza si se deja de caminar. Estamos llenos de metas. Tú has alcanzado una meta importante en tu vida. ¡En qué problema te metiste! Cada meta engendra otra y ya arrancaste… No dejes de pedalear, no muerdas el polvo, porque no se sabe lo que se es capaz de hacer hasta que se intenta”.
Evidentemente ese día me salió gratis la prenda. Graciano creyó que eso era un poema –yo lo dudaba, aun lo dudo-. En un trozo de papel transcribí el texto y me quedé con el original en mi agenda. Eso fue el 14 del noviembre pasado.
Hace poco me encontré con José Alejandro y en medio de una corta conversación le pregunté si Ángel Emilio le había hecho un regalo a finales del año y me dijo que no. Si mal no recuerdo, le transcribí el “poema” en una servilleta. ¿En qué la usaste, Graciano? ¿En una urgencia del traidor esfínter? ¿Acaso no tenías pañuelo? ¿O sudabas cuando te daban la cuenta en La fauna? De todas formas no te quiero hacer quedar mal. Tenías una gallarda intención y eso es lo que vale. Sea pues este momento para, a nombre de Graciano y mío, Alejandro reciba una felicitación no en letra de estilo, sino en Times new roman 10, y no en pergamino sino en papel periódico (Sueño Norte nos servirá de marco). Y darle ánimo, pues me contaron que en este momento estudia con el SENA y que se seguirá preparando para mejorar. ¡Ánimo! Esta felicitación es extensiva para esos gladiadores de Ochalí, El Llano y La loma, que en medio de arideces se abren trocha para continuar sus caminos con la intención de mejorar como personas y mejorar sus entornos.

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