En caso de crisis económica y emocional

A veces se vuelve difícil escribir. Cualquier cosa, pero plasmar algo en lo que he denominado el espacio suicida de una página en blanco. Pero es que no hay musas. La inspiración se pierde por tiempos. Y lo preocupante es que hay lectores que se imaginan que porque esta columna se publica (publicaba más bien) cada semana, uno dizque es escritor. No. Para eso me faltan los años luz de los que hablaba Einstein. Todo es relativo desde entonces. Sin embargo, les contaré una triste historia personal, la cual quisiera que mi familia no leyera.
Últimamente he estado deprimido. A todos nos pasa de cuando en vez. Estoy pasando por los síntomas de la pobreza. Al respecto ya había comentado hace unos cinco años en este semanario. Y es que no me alcanza la plata para vivir como me lo merezco: como un senador de la república. Aunque créanlo que no soy mentiroso como ellos, ni despilfarrador, ni corrupto y las únicas fuerzas armadas que han acompañado mi vida son las del sacrificio. ¡Las fuerzas, armadas del sacrificio, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia! Tal vez por eso tengo amigos que leen estas notas. Amigos, varios, desconocidos, que se identifican con mis verdades. Verdades que pueden ser las de muchas personas que intentan solamente sobrevivir en este país al que Benjumea llama Mierdolandia –un día le critiqué esta expresión y me preguntó que si era que yo no veía noticias-. Y es que como el billete se hace esquivo en el bolsillo nos convertimos en ahorradores compulsivos. No sé si a usted le pueda estar pasando lo mismo que a mí:
- Para poder estrenar estoy usando Vell Rosita. “Que deja las prendas usadas como nuevas”.
- Los pescadores – que es la ropa que llega a la pantorrilla – los consigo fácilmente: cortando los yines a los que se les ha deshilachado la bota por el uso.
- Si supieran como es de barato voltear el cuello de la camisa cuando éste se rompe. ¡Ah! Y si el otro lado está bueno…
- Los calzoncillos más baratos los encuentro en un todo a mil.
- No juego la rifa de Alcatraz porque yo pa’ qué tanta plata.
- Cuando en mi casa se acaba la crema dental la escurro hasta más no poder por aquello de que hay que ser ecológicos.
- Y con la misma disculpa empato la lámina de jabón que queda con la nueva.
- Ya le pedí el favor a mi señora de que ponga boca abajo el tarro de aceite. Con el escurrido se puede fritar un huevo. Haga la prueba.
- Las cajas del último trasteo las estamos poniendo debajo los colchones “para que las tablas no se corran mucho”. Además sirven para el próximo trasteo.
- Le patrociné a mi señora un curso de peluquería y ajuste donde Adiela pa’ que nos motile a todos en la familia. Es que es tan incómodo esperar en una peluquería…
- Me convertí en publicista con sólo ponerme más seguido las camisetas con publicidad que tengo en el ropero. La única que me hizo pasar vergüenza fue una que me coloqué bajo una camisa blanca que tiene un letrero negro de la Fábrica de baldosas. Hace poco desempolvé otra que dice: “Con Belisario, sí se puede”.
- Ahora con el auge de los yines descosidos me puse a la moda. Aunque espero impaciente cuando entren en boga los pantalones botacampana de terlenca para sacar varios del ropero. Lástima que me tiraron a la basura mis plataformas a go go.
- Toda mi familia entró al Movimiento Gnóstico de Luis Humberto pa’ ver si nos volvemos vegetarianos. “¡Qué pesar de los animalitos! ¿Cierto?” Le digo a mis hijos en el comedor. Sin embargo, no faltó el que con cara de cuaresma me interpeló diciéndome, que si me daba tanto pesar de los animales por qué usaba zapatilla de cuero. “¡Mijo! ¡Cómase ese huevo y no se hable más del asunto!”.
- Las únicas frutas en el comedor de mi casa son las del bodegón que adorna la pared. Claro que comimos mango ventiao los dos meses que estuvo en bonanza por la cosecha.
- “¡Apaguen el foco!” “¡Cierre la llave!” “Vea, mijo. ¡Diez minutos en la ducha!“ “¿Y es que sí hay que trapiar todos los días?” “¡Hay que proteger el aguaaaa!”.
Y como cuando uno no tiene con qué responder los bancos nos cierran los créditos y las esposas las piernas no creo en las crisis. Ya vendrán días mejores, por eso es que cuando me hablan de crisis económica respondo: “¿Crisis? Esa palabra no existe en mi diccionario. He decidido no participar en ella”.

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