Depresión de vacaciones

En Internet lo encontré con el nombre de síndrome postvacacional, como quien dice, síntomas del exceso de ocio o en un paisa más costumbrista: pereza después de la pereza, porque según me enseñó Humberto Barrera post significa después y vacaciones es nada más ni nada menos que fiestas, algo así como luego de la rumba. Porque los que tenemos la dicha de tener vacaciones en diciembre, lo que hacemos es tener una disculpa para pecar contra dos de los siete pecados capitales: la gula y la pereza. En enero la confesión limpia todo. Que me desmienta el padre William.
Este síndrome se caracteriza precisamente por lo que los jóvenes llaman “la depre”, que es algo así como irritabilidad, acompañada por una extraña tristeza (Luis Benjumea lo denomina vacío existencial), una tensión en todo el cuerpo (menos en los órganos sexuales), insomnio y ganas de no hacer nada. Esto es causado por el desajuste de horario y el cambio en las comidas. Ya hay que madrugar y olvidarnos de la natilla, los buñuelos, el sancocho, el asao, la fritanga y el etílico. Con este síntoma la persona sólo quiere estar acostada sin hacer nada dejando que el tiempo cumpla su función: pasar. Desde la mecedora, la hamaca o el tradicional colchón vemos cómo hasta nuestros zapatos bostezan. Y es que las zapatillas se tragan una parte de nuestro cuerpo y luego de vomitarlo bostezan, no de hambre por estar vacíos, sino de la pereza de no avanzar ¿No ha visto bostezar sus zapatillas al lado de su cama? Ellas también manifiestan síntomas del ocio.
Con razón en la Ciudad industrial de Colombia, Itagüí, se celebra desde 1985 el día de la pereza. Ellos defienden la hipótesis de que el ocio ayuda a combatir el estrés y la fatiga crónica. Hablan del ocio creativo, el cual debe ser que uno sin hacer nada piensa en posibles soluciones a problemas laborales, estudiantiles o familiares, me imagino yo. La cosa es que en Itagüí tienen este lema: “Por el derecho a la pereza, todos a trabajar”. Creo que debería ser así: ¿Trabajar? Tenemos derecho a la pereza.
¿Que por qué escribo sobre este tema? Es que el lunes, primer día de clases en las escuelas, le escuché decir a una niña que casi no se levanta y que tenía una pereza de aquellas… sonreí, pues yo estaba en las mismas, sin embargo me tomé una dosis de ánimo y me dije a mi mismo: “mi mismo, a trabajar con berraquera, que esto apenas comienza”.
Algo parecido le sucede a las señoras que no disfrutan sus vacaciones en diciembre pues no tienen que despachar niños para la escuela y eso hace que la levantada sea un poco más tarde. Además, porque de las fiestas decembrinas tampoco se escapan. Sin embargo, sería bueno que tuvieran en cuenta un consejo para que el estrés no les vaya a causar una úlcera o en el mejor de los casos un infarto fulminante. Salga a la calle. Es que no hay nada qué ver, dirá usted. Pues yo le digo que usted tiene toda la razón, pero salga… ¡para que vea! Otra cosa que puede hacer es practicar un deporte. Recuerde que me refiero a deportes que impliquen movimiento, no se ponga a jugar ajedrez o damas, pues más ligero se saldrá de casillas; tampoco juegue parqués, cartas, ni catapis; ¡algo de movimiento! Salga a caminar con amigos, vaya hasta el Parque Padre Marianito, récele una oración y pídale que tenga alientos para llegar hasta su casa allá por el Señor Caído. Otro posible antídoto, aunque no el más recomendado, es salir de compras (si es que le quedó algo de billete en los bolsillos). Al menos mirando vitrinas puede soñar con comprar algo este año o darse golpes de pecho porque tuvo con qué adquirir el artículo ese pero por estar de cachón le va a tocar esperar la próxima prima. En fin. No se preocupe por esa depresión de enero, sáquele gusto a su trabajo, disfrute de este clima, estudie con ánimo, discuta menos con su familia, lea un poco, haga más el amor con amor y verá que el tiempo volará y cuando menos piense estará poniendo las velitas en la puerta de su casa. Jo-jo-jo.

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