La felicidad ja ja ja ja

Vea pues la ironía más rara con la que empezó este año. Dizque bajamos en el ranking mundial en cuanto a los países más felices. Pasamos del honroso primer lugar de hace pocos años, al segundo lugar el año pasado. Y es que no habíamos podido resignarnos a ser siempre los segundos. Juan Pablo Montoya siempre quedaba de segundo, nuestras reinas de belleza siempre quedaban de segundas, nuestro himno aun es el segundo del mundo, fuimos los segundos en desplazamientos, el único papa que nos visitó fue Juan Pablo segundo. Y ahora, después de haber tenido un primer lugar por primera vez en nuestra historia, iniciamos el descenso ¡qué vergüenza! En lo que a felicidad se refiere, claro está; no siempre es bueno ser primero. ¡Imagínense si fuéramos los número uno en terrorismo y corrupción! O lo somos… Bueno, me queda la duda, pero valga el ejemplo. Este año quedamos, según Happy planet, en el puesto 12. Aunque desconozco cómo hacen la medición en los países, pues si es a través de una encuesta a mi no me llamaron ¿y a usted?
Entonces ya somos menos felices que antes –no me explico cómo éramos más felices antes, cuando el país estaba más  que ahora. Cómo vamos a ser felices si adolecemos de lo necesario. El desempleo es aterrador y el subempleo una espada de Damocles. El mínimo no sirve para un… esfínter. Y el gobierno lo subió a la “astronómica” cifra de ¡$ 15.000! Ja, ja, ja. Eso sí, un padre de la patria -¿padre?- pide sobre su pensión un aumento “irrisorio e insignificante” de sólo $ 5.000.000 dizque para “equilibrar sus gastos”. Cómo vamos a ser felices si el futuro de Colombia depende de esta santísima trinidad: La Corte Constitucional, el pueblo y Dios. Ya Dios se convirtió en un sujeto de campaña, en objeto publicitario (perdónalo que no sabe lo que hace). Como quien dice, si La Corte no quiere y el pueblo tampoco, ¿quien se opone a las determinaciones divinas? “Si Dios está conmigo… ¿quién está contra mi?” reza el adagio popular. No dependemos de la vox populi. El pueblo ya no tiene poder. Me acuerdo del chiste aquel que le sacaron al presidente Turbay. Estuvo visitando el municipio del Retiro y en el saludo al empezar su discurso leyó equivocadamente una tilde en la letra “ i “ y dijo a voz en pecho: ¡Querido pueblo retírense…! y el pueblo se fue.
Me dirán negativo, pero cómo vamos a ser felices si las mujeres cada vez muestran más y nos dejan poco a la inspiración. No en vano Vargas Vila decía que “la mujer sólo tiene de bueno lo que esconde y cuando ya no lo esconde deja de ser bueno”. El cuerpo, una mercancía. Yo, por ejemplo, jamás posaría desnudo para Soho, aunque mi cuerpo escultural es digno de admiración y de suspiros. Los que me conocen saben que sí. ¿Y de qué se están riendo?
El ser humano no podrá ser feliz si desconfía de su pareja. Si nos da celos de la llamada extraña. De ver cómo disfruta horas en el Facebook o mirando sus correos. Sin embargo, algo que no nos hará felices nunca es la envidia y el egoísmo. Lo ilustraré con una historia. Un tipo se encuentra una lámpara con un genio que le concede un deseo: sólo que de lo que pida le dará el doble al vecino. El hombre piensa que si pide 100 millones, al vecino le tocarían 200; si pide una mansión le tocarán dos al vecino; una empresa, dos para el vecino que nada le ha hecho y, además, no se lo merece. Al no sentirse satisfecho con sus posibilidades le dice al genio: “Sáqueme un ojo”.
Y seguiremos descendiendo pues la felicidad es un estado de ánimo que depende de muchas variables como el amor, el trabajo, el equilibrio emocional y espiritual, nuestra relación con los demás, con nosotros mismos, con el planeta. Es decir, la misma felicidad es caprichosa e inconstante. Tal vez el próximo año estemos en el puesto sin-cuenta.

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