La Odisea. Libros leídos

Es quizás la locura más grande que se nos haya ocurrido y ninguno puede asegurar que fue el de la idea inicial. Simplemente hace tres años Gustavo García, el suscrito y otros amigos, en medio de una charla dijimos ¿por qué no? Y luego fue ¿y en dónde? El con qué fue lo de menos, pues contábamos con la materia prima que eran nuestros libros. A veces, cuando nos encontrábamos en medio del calorcito del tinto de La Palma hablábamos de los locales que se habían entregado en los últimos días. Hasta este enero pasado en el que desocuparon un local más abajo de Foto Arango. Nos alegramos mucho cuando nos entregaron las llaves y pudimos soñar con la librería. Que ¿cómo se llamaría? Durante varias semanas postulamos nombres hasta que decidimos que se llamaría ¡Acuarimántima! El título de un poema de Porfirio Barba Jacob. Que sí; que no; que no; ¡que sí!
Comenzamos a llevar nuestros libros. Gustavo salvó así, entre muchos otros libros, su colección de autores antioqueños de las manos del reciclaje. «¡Siquiera te llevaste todo ese estorbo de aquí!» le increpó la esposa y mi señora no fue menos explícita pues “recuperó un espacio de la casa que se estaba perdiendo”: en el lugar de mis libros puso una cama donde nadie duerme. No entiendo cómo hay gente a la que los libros le estorban. Yo que hago un ritual cuando a mis manos llega una joya escrita. Miro la cubierta, lo huelo, lo hojeo y luego lo ojeo, antes de saborearlo. Los libros, como el vino, se pueden apreciar con todos los sentidos.
Acuarimántima. Qué grande eres Porfirio, pero qué nombre tan raro te inventaste para nuestra librería. Inclusive, la señora del Almacén El constructor, quien nos vendió unos artículos, en la factura escribió “Señores: Aguarimántica” y luego expresó: «Qué nombre tan rebuscado». Y fue entonces que al cabo de un corto tiempo decidimos llamarla La Odisea. Como el libro de Homero. Como la aventura o más bien hazaña o más bien riesgo que enfrentamos al abrir un negocio que promete pérdidas económicas porque en Colombia, dice un censo, una persona se lee en promedio dos libros y medio al año. La Odisea porque según Garoglanián existen muchas formas de fracasar, pero la menos envilecida es abriendo una librería en donde nadie lee. Gustavo y yo hemos resuelto hacer parte de ese club de perdedores. Sabemos que las pocas personas que leen buscan el último best-seller de los personajes nacionales que pasaron por la infamia del secuestro o de aquellos otros que han triunfado y deciden compartir su sabiduría por medio de un libraco para alcanzar el éxito. Nos equivocamos de país para este entable, Gustavo.
En fin, luego de esperar un mes una madera que nos iban a donar para la estantería, la cual nunca llegó, hablamos con don Virgilio Vélez para que nos fiara unas tablas de pino, cosa que hizo con agrado, pero luego de un cariñoso regaño porque “nadie monta un negocio a pérdida”. Tiene razón don Virgilio. Pero olvida que hay otros tipos de riqueza, como la intelectual, la cultural, la satisfacción de servir, el ser partícipes y actores de la historia local. La Odisea: libros leídos, es la primera librería que ha existido en Yarumal en sus más de doscientos años. Gracias don Virgilio por habernos servido cuando más lo necesitábamos (no nos cobre las tablitas).
Sin embargo, sin abrir las puertas al público ya tenemos varios encargos y vendimos algunos libros con lo que pagamos los servicios. Al momento de escribir este artículo y con la librería abierta al público estamos a la espera de vender un par de libros hoy para que Gustavo ajuste el pasaje para viajar a Medellín mañana. ¿Qué sigue? Pues vender libros leídos. Originales. Algunos más usados que otros, pero en buen estado. Un libro intacto en un anaquel es malo, porque a nadie le gustó. La Odisea tiene para los lectores libros con olor a alma de árbol. Es el olor del espíritu de un pino que se sacrificó para dar un fruto que sabe a tinta. Eso es La Odisea. Mastiquen la palabra.

Comentarios

  1. Un proyecto que empezamos unos amigos pero que por irresponsabilidades de algunos socios se terminó.
    Qué lastima que le hayan cambiado el nombre y hayan negreado a uno de los fundadores de la librería. Qué buena anotación a la ingratitud.

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