Milagro andante

Pasaba por el atrio de la Basílica hace poco cuando me encontré con Jorge, que caminando lento y meciéndose como los yarumos en agosto, buscaba un cliente para ofrecerle la posibilidad de ganarse en su rifa un contador de tiempo, un reloj. Ese día se dejó ver por allí tal vez porque yo le había pisado precisamente un reloj. Debía cancelarle el resto, aunque me quedara pelao. Jorge vive del tiempo, por eso anda lento.
A este personaje yarumaleño sus padres lo bautizaron con el nombre de Jorge Alberto González. Les cuento parte de su trajinar por este mundo. Estudió en la escuela Gallego Pérez, pero no terminó su primaria por problemas económicos. Parte de su niñez y adolescencia la pasó en una finca con su papá, procesando la caña y sembrando el frisolito y el maicito pa’ las arepas.
Aunque uno lo ve como muy solitario cuando transita por los andenes del centro de Yarumal con su talonario de rifas en la mano y un bolsito en el que guarda los relojes que vende, Jorge se ha rodeado de gente que lo apoya y de buena cantidad de santos que ya le hicieron un milagro y que, según cuenta, lo volvieron a él milagroso. Tal vez lo recuerden cuando vendía sus rifas sentado en una silla de ruedas. Jorge estuvo siete años inválido y el día 2 de abril de 2008 tuvo un sueño muy particular: soñó con Dios. ¡No jodás! Le exclamé. Y luego le pregunté si Dios era hombre o mujer y me lo describió como el señor barbado ese que aparece en la pintura de la Santísima Trinidad. Era hombre. Yo que tenía la esperanza de que fuera mujer, pues al ser la mujer más sensible que el hombre no castigaría rígidamente mis pecados. En fin que lo acostaron muy enfermo y vio a Dios vestido con una túnica blanca y que le ordenaba que se parara y caminara. Como Jesús en la tumba de Lázaro. Despertó y un niño que vive enseguida de su casa –eso es por allá, por la salida para Campamento- le llevó un desayunito y al incorporarse para disponer de esos manjares sintió los pies y fuera de eso, los movía. Le dio gracias a Dios y lloró.
Ese día salió a caminar con el niño y la abuelita del niño, era sábado, y hasta le ayudaron a vender boletas. La viejita le prestó un caminador. En el parque la gente lo abrazaba, lo felicitaba y lloraban parejo con él. Otros comentaban que era que Jorge se hacía el inválido para generar lástima y así vender más boletas. Otros, como el mono de la legumbrería de la avenida –así me lo dijo- le regaló un caminador para que regresara el que tenía prestado. Este lo tuvo un mes, pero para dicha de Jorge, se lo robaron del patio de su casa y así fue que le tocó apoyarse ya no de otro amigo, sino de un bastón, que es casi lo mismo. Los buenos amigos y los bastones son un buen apoyo cuando la vida lo obliga a uno a cojear. Lástima que los bastones se quiebren y los amigos… también. El milagro: a Jorge los médicos le “desahuciaron los pies”; ya no había nada qué hacer por ellos, luego de que un arrume de carga de maíz le cayó encima cuando trabajaba donde los Villegas. En esa época era cotero. En el accidente se fracturó la columna. Y fue allí mismo, en la Clínica La María de Medellín cuando le dijo a los médicos que si ellos no podían hacer que caminara buscaría quien lo hiciera. Uno de los galenos le interpeló riéndose que quién era ese médico y Jorge le respondió: Dios. ¿Y eso cuándo va a ser? Volvió a preguntar el doctor. A lo que contestó: “No se, pero que me paro, me paro”. Y la profecía se cumplió.
A Jorge le va muy bien en las rifas, dice. Para nosotros, los pobres, irnos bien es tener en la casa “la liga” pa’ los arroces. “La gente me colabora con las boleticas”, comentó haciendo énfasis en el diminutivo. Y añadió: “A veces me voy para una finca de caña para hacer más plante y rebuscarme mi vida”. Traduzco la palabra plante: guardar algo de dinero para invertirlo. Qué palabra tan paisa. Tan paisa como este yarumaleño que después de que volvió a caminar no se lo aguanta nadie de un rincón a otro del municipio, gastando suela, orgulloso de ser la alegoría de un milagro. Alguien que demostró que puede más la fe que la ciencia; que el trabajo honrado hace al ser humano más humano; al bueno, un santo y a la virtud, una forma de vivir en paz.

Comentarios

  1. Y entonces si alguien demostrò que puede mas la fe que la ciencia, te pedirìa hablaras sobre la fe, quiero escucharte

    ResponderEliminar
  2. escucharte con mis ojos, porque con ellos arribo al puerto de lo imposible y si es posible, hacer posible lo imposible

    ResponderEliminar

Publicar un comentario