HACIA UN VOTO POPULAR

Dentro de un año tendremos alcalde y concejales electos. Algunos nuevos otros con experiencia. Y no se sabe qué es peor, si un concejal sin experiencia, sólo con el conocimiento de las sesiones que se transmiten por el canal local –si es que las ven o acaso asisten al recinto del Concejo- o aquellos que sí la tienen.

Los concejales nuevos aprenden en la marcha. Imagínese que usted va como pasajero en un bus que lleva cupo completo y que transita por una carretera destapada. Mira para un lado, abismo; mira para el otro, abismo. El conductor se infarta en plena marcha y como usted ha tenido la experiencia de montarse en un carro chocón, hace a un lado al conductor y toma el mando del bus. A eso me refiero.


Los concejales con experiencia ya saben a qué van. Cada uno lleva su bus –que es la gente a la que ellos “representan”-, por la misma trocha, los mismos abismos y son muy buenos conductores –el pase se los dio su electorado-, pero no saben el destino de la ruta. A algún sitio van, pero conducen. Y como quien no sabe para dónde va llega a otra parte… En fin, alguien tiene que legislar, eso dizque da poder.

Y alguien tiene que gobernar. Mal o menos mal, pero gobernar. Por eso con los alcaldes pasa algo similar. Algunos candidatos han tenido la experiencia de ejercer cargos burocráticos, es decir, ya saben cómo se parte la torta; otros ya han sido alcaldes, es decir, ya se han comido la torta y quedaron antojados y hay otros, sin experiencia, que quieren probar el sabor de ese manjar.

Debido, entonces, a que eso es tan bueno, ya empiezan a sonar nombres de candidatos a quienes “un sector importante de la comunidad los postula”. Aun no se ha descubierto cómo hacen esos censos, pero ellos lo aseguran. Ni los Cazadores de mitos han hallado el mecanismo. Todos estos personajes van a “salvar el municipio”; hablan de un “cambio”; se consideran enviados de Dios para salvarnos de la inequidad, profesan una reencarnación mesiánica puesta in Vitro en las entrañas de un partido para ser paridos a este mundo y considerarse así mártires de la democracia. Hasta ellos mismos se creen su novela.

Pero el Pueblo ya despertó de su letargo. El efecto de la escopolamina partidista ya pasó. El Pueblo sabe que alguien tiene que gobernar pero con honestidad. El Pueblo ya entendió que el voto no debe ser popular sino secreto. Estamos hartos de los corruptos pero les aseguramos que ya se nos quitó la amnesia. Por eso no votaremos por quien nos ha robado de frente, nos ha ultrajado y ha vendido nuestro patrimonio. 

Ellos vendrán hasta nosotros a pedirnos el voto con ese gesto teatral de cruzada electoral que ya conocemos. Con ese tono pedigüeño de cada cuatro años. Con su generosidad y sentido de altruismo. Con su “liderazgo” que no es sino verborrea, cháchara practicada ante el espejo. Con sus promesas chimbas que se endosan de campaña en campaña. Dejadlos pasar; son dignos de que entren en las casas ¡pero que ni una palabra suya baste para sanarnos! A ellos, que vienen cargados de hipocresía a pedirnos nuestro voto les diremos que el voto nuestro dejó de ser popular. Pueblo, ¡el silencio ha de ser nuestra mejor arma!

Políticos y politiqueros, vengan a nosotros. Háblennos de sus “propuestas” que respetuosos escucharemos. ¡Pero no se atrevan a pedirnos nuestro voto! porque desde ahora este es nuestro lema: “Disculpe, mi voto es secreto”.


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