Que no muera el sentido común

De todos los correos que le envían a uno la mayoría son pura basura. Mensajes subliminales católicos, fotos de abortos y magnicidios y viejas empelota. Casi siempre los elimino del correo antes de abrirlos, en especial los que dicen: “¡Léelo, te gustará!”. Y para acabar de ajustar terminan pidiendo que sean reenviados si gustaron. Pero la semana pasada me llegó un correo con el mensaje “Falleció el sentido común”. Ahí mismo se me vino a la cabeza Gustavo Giraldo quien tenía en su eslogan de gobierno algo con el sentido común que no recuerdo bien. Eso sí, el exalcalde está bien vivito. Otro que está bien vivito y coleando al que le escuché varias veces hablar del sentido común es Diego Roldán.
En las diapositivas mencionan por qué falleció este sentido que no es tan común y aunque no voy a transcribir lo que en ellas se menciona sí voy a poner unos ejemplos que dan al caso en nuestro contexto. Primero debo aclarar que este término se refiere a “la prudencia que hace verdaderos sabios” (según la novena de aguinaldo). Es la inteligencia en su espontaneidad, la iluminación de la razón. En las caricaturas lo simbolizan con un bombillito encendido encima de la cabeza del pensante acompañado del sonido ¡Pin! Y aunque Napoleón Bonaparte dijera que creer en el sentido común era la primera falta de sentido común, Jaime Luciano Balmes afirmó que “Es más fácil ser genial que tener sentido común”. Yo pienso lo mismo y le doy la razón al dramaturgo español Jacinto Benavente al que le debemos la clásica frase: “El sentido común es el menos común de los sentidos”.
¿Cuándo se hace alarde de la falta de sentido común? Cuando pretendemos ganarnos la vida sin esfuerzo y quienes trabajando bien duro nos gastamos más de lo que ganamos. Cuando hacemos reclamos airados al profesor que puso una nota que “mi bebé” no merecía; es que queremos que nuestros hijos pasen el año, no que aprendan. Y qué tal el padre o madre que amenazan al profesor con denunciarlo porque está haciendo lo que ellos no, disciplinar su emperadorcito; cuando este acudiente se cree abogado, perdió su sentido común. Así como también lo perdió quien utiliza una de las siguientes frases: “Conozco mis derechos”, “La culpa es de otro”, “Soy una víctima de la sociedad”.
El sentido común nos convoca a que no riñamos con una mujer porque siempre perdemos. A que no se debe echar de enemigo al jefe para no “patiar el porta”. A que se debe saludar y preguntar a los demás por su salud y su familia así no nos interese. A que si queremos comer en la noche comida calientita y mujer calientita, hay que dejar los problemas del trabajo en el trabajo y decirle a la esposa: “Mija, ¿qué te hiciste que estás tan hermosa hoy?”.
Por último, una historia. Hitler y Churchil se encuentraron en las puertas del cielo y según San Pedro sólo uno de los dos podía entrar: quien demostrara tener más sentido común. Para eso los llevó al solar del cielo y les mostró un pez de colores que nadaba en un pequeño lago. Podían pedirle cualquier instrumento para atraparlo vivo o muerto, pero el pez era el más rápido de todos los lagos del cielo. Hitler con sus gritos alemanes exigió que él debía ser el primero en intentarlo a lo que accedió Churchil. Le pidió entonces a un ángel que le llevara una pistola automática de 12 tiros y mientras el pez lo miraba disparó. ¡Pum! El pez se movió hacia un lado a tremenda velocidad. Hitler dijo un madrazo en alemán, ya saben: “¡von her mama reparte!” y continuó disparando pero siempre se le movía el pescaito ese y no atinó ni una bala. Luego soltó la carcajada alemana, ya saben: “¡Ja, ja, ja!”, cuando vio que Churchil pidió un balde. “¡No lo maté yo con una automática, lo va a matar este a baldazos!”, decía muerto de la risa. Churchil no le paró bolas y se sentó, ante la mirada retadora del rápido pez y la burla de Hitler, a un lado de la laguna a coger baldados de agua para vaciarlos a un lado. ¡Sentido común!

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