Mi nombre al Concejo

Como no tengo nada en qué gastar el tiempo libre que me queda, para ganarme un dinero extra me lanzaré de concejal. ¡Fácil! Cualquier ciudadano mayor de 18 años lo puede hacer desde que no tenga problemas con la justicia. No importa si se tiene estudio o no, la condición es saber firmar. Cumplo con las expectativas. Ya me inscribí, avalado por el popular partido político denominado Movimiento Telúrico.
Mis asesores me informaron que en mi campaña debía decir, como lo hacen todos, que “un importante sector de la comunidad me había postulado”. Como no estoy practicando ningún deporte no puedo decir que fui postulado por los deportistas, pues sólo le corro a las culebras; por la cultura, menos, aunque sí tengo relación con ella pues mi vida ha sido una comedia, he sido títere del Estado y parezco una caricatura; por el sector económico ¡tampoco!, nunca he tenido plata y el único negocio bueno que he realizado fue no estudiar para cura; del sector religioso no hablo porque tuve un problema con el cielo cuando discutí con mi abuela el por qué Dios no era mujer siendo tan alcahuete que todo lo perdona y los dos se enojaron conmigo ¡Paila!; no me postulo en nombre del movimiento LGT pues me parece una maricada y creo que si digo que represento a las mujeres cabeza de familia no me creerían. De todas formas, según mis asesores Chucho Flórez, Carlos Henao y Javier Pérez, debo decirle a la comunidad que un sector representativo del municipio me postuló.
Otras estupideces que debo manejar, según mi terna de eméritos asesores: manifestar en las reuniones que no prometo nada (es lo que está de moda entre los candidatos); que debo aspirar por un partido por pura necesidad del aval político; que tengo alta experiencia en liderazgo, que yo en el concejo sí voy a hacer debates, que me preocuparé por el bienestar de todos sin distingo de partido –je, je-, que no tengo ningún interés personal en llegar al Concejo, que no estoy obsesionado con ese cargo, que no me interesa el poder y otras sandeces que debo aprender de memoria, según mis asesores, si quiero ocupar la silla del honorable recinto.
El problema es que si llego al Concejo me toca hacer lo que hacen todos los concejales: aprender a discutir con diplomacia y un poco de hipócrita agresividad para que los asistentes y televidentes vean que estoy haciendo un debate; los dos primeros años debo estudiar sobre formulación de proyectos, el tercer año formular siquiera un proyectito y el cuarto año decirle a mis electores que el gran proyecto no pasó por Ley de garantías; si llego al Concejo debo aprender repostería por aquello de “partir la torta” –perdonen mi ignorancia-, hacer un curso de teatro para manejar bien la imagen y hacer la paz con Dios para que perdone esa farsa.
Claro que no seré concejal sin la desinteresada asesoría de los señores Chucho, Arias y Henao y sin su voto, mi estimado e-lector. Vote por mí. Yo soy el candidato que tengo mejor perfil de todos. Pregúntenle a Sardi, el fotógrafo.

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