PENSAMIENTOS AL VIENTO

A ESPALDAS
Me conformé con mirar tu cabello que anclado en tu espalda retaba el viento de este verano triste de febrero. No sabes que te miro ¡Mala! Que anoche arrancaste el sueño que comparto con mi almohada ¡Mala! Por hurtar mi pensamiento todo el día, descompensando lo que intento. No sabes que te miro ¡Mala! Porque tu presencia me tortura cuando tu mirada golpea mis ojos con un voltaje irresistible. Casi muero ahogado en lo profundo de un suspiro al sentir los aromas de tu cuerpo. ¡Mala! No sabes que te miro Y con este amor suicida que te siento, te maldigo, mi amor de viento, mi amor prohibido de verano.
ARMONIASOLAS
Con tus pentagramas me baño al son de la orquesta que nos gusta. Te percibo en esta canción y me pregunto ¿dónde estás ahora?... Te espero todavía al son de mi hamaca somnolienta mecida por el tiempo, péndulo del espacio que alberga tu vacío en las auroras rojas de verano. Ansío escuchar de nuevo el sonido de tu cuerpo, tus corcheas explosivas, tus silencios largos, la clave de tu sol… La armonía calla en mi cerebro… Silencio en el pentagrama… Una lágrima acaba de perderse anclada en un compás que viaja con el viento acompañada de un suspiro… ¡Y no ha terminado la canción!
NO ME MIRES ASÍ
Tus ojos ven más que los míos porque me veo en ellos. Tu mirada distraída en la mía ensancha mis arterias, causa arritmias en mi pecho y me deja al borde de la muerte en un suspiro. ¡Lo que causan tus pupilas! -esas perlas escasas por ser únicas-. Por ellas naufragaría dichoso. Y tus pestañas malvadas, embrujadoras, traidoras por coquetas, me empujan a la profundidad de tus mares. Me ahogas o me salvas. O tal vez es mentira lo que siento; no son tus ojos los que causan ese embrujo, es tu mirada la que hipnotiza ¡Dámela! Tus ojos déjalos para ti. Por eso no me mires otra vez de esa manera pretenciosa, para no morirme otro poco impulsado por la codicia de robar tus perlas.
¡TRES!
¡Nueve y media! Salí a caminar a las afueras del pueblo y para estar tranquilo y no sentirme solo me senté bajo las ramas de un ciprés. He esperado tu llamada mucho rato. Una hora, dos horas, ¡tres! En el correo me decías que llamabas a las diez. Mi corazón galopando sin jinete; mi teléfono impaciente ha pasado de una mano a otra. Y fue una hora, dos horas, ¡tres! Un ave cantó un rato… escuché. La brisa de la tarde de verano… Sentí. El mugir de los carros allá en la carretera… Abomino. ¡Ya todo es ruido! hasta mi desespero; ¡Todo suena! menos mi teléfono. Mis pensamientos contigo durante tanto tiempo. Y sólo tú. Por una hora, dos horas, ¡tres! Una en punto. La rabia me carcome el cerebro… ¡No te perdono! ¡Espera que me llames para no tener piedad con mi reclamo! ¡Ahora, con esta furia embriagadora, apagaré el teléfono! Ahora mismo cambiaré sim card. ¡No te perdono! Ya mismo me desconecto de este cordón umbilical que nos une… A la una, a las dos y a las… ¡Un momento! ¡Vibra el celular! ¡Suena! ¡Hola, mi amor!... ¿Por qué me hiciste esto? Espera, por favor un momento, que debo despedirme de quienes leen este texto… ¡Qué pena con ustedes!...
… y a las ¡tres!

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