La doctoritis aguda

Estaba Suso en su consultorio y llega un paciente:
- Doctor, vengo a que me osculte.
- ¡Ráspido, en el arsmario!
Cero y van mil. Por casualidad estas dos últimas semanas he estado escuchando en diferentes medios de comunicación que los entrevistadores llaman doctores a sus invitados y yo, que no poseo título universitario, me lleno de celos. Lo que no sé es si nada más es en mi Colombia carajo o este síntoma de adulación es común en todo el mundo. Aunque me di cuenta que Doctor House en japonés se dice “kojo kekura”. Y entonces aquí le decimos doctor a cualquier persona que haya pasado por una universidad o peor, que use saco y corbata.
Acepto que lo hacemos por tradición, pero también por lambonada. He escuchado muchas veces el término dóctor –qué horrible-. Y así continuamos ungiendo con este título a todo el que se pierde del pueblo por varios años y regresa contando que estaba estudiando en la universidad. Y es que la costumbre está tan arraigada que hasta se “escucha mal” decirle médico a quien nos acaba de recetar. También tradicionalmente le decimos doctor al abogado o al filósofo.
Para no quedarme con la duda me fui para la Universidad de Antioquia a preguntar a quién se le debía decir doctor y la respuesta fue contundente: al que hace un doctorado. Luego me invitaron a leer la ley 30 y consulté también que la palabra doctor viene de “docto”, esto es, “el que sabe” y desde tiempos inmemoriales siempre se ha creído que el médico tiene una gran cantidad de conocimientos. Es decir, sabe mucho. O sea, es docto. Por eso se le dice "doctor".
La ley 30, por la cual se organiza el servicio público de la educación superior, en su capítulo quinto trata de los títulos de la siguiente manera: Técnico profesional, Tecnólogo, los programas de pregrado en artes (que conducen al título de Maestro en… -y nosotros que le decimos maestro al profesor y padre al sacerdote-), los de especialización y los programas de maestría (magíster), doctorado y post-doctorados. Así mismo, de los programas de pregrado en educación que conducen al título de Licenciado.
Como vemos, se necesita estudiar harto y gastar un billetico grueso para alcanzar el título de doctor, pues no se puede llegar a este si no se ha pasado
por la maestría, lo cual demora unos añitos y ambos exigen un trabajo de investigación que también cuesta. En Yarumal hay dos o tres personas que han estudiado hasta el doctorado, mi venia a ellos.
La invitación es, entonces, a que denominemos a cada quien por su título y si no lo tiene, el mejor y más digno, el de “don” o “doña” que es el que otorga la universidad de la vida.

Comentarios

  1. ME gustó mucho. La compartiré con sus respectivas referencias con mis amigos.

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