El virus del retrovisor

La historia se repite. Había una vez un grupo de administradores y legisladores que llegó al poder y que se pasaron días y días estudiando con lupa los posibles errores de sus antecesores para aplicarles su propia interpretación y gritarla “A los 4 vientos” (como se llamaba la emisora local) y “A todo pecho” (como se llamaba el canal de televisión).
Cabe decir que ellos no tenían la culpa de su comportamiento. Era culpa de una enfermedad contagiosa que “despertaba” cada 4 años a la que los epidemiólogos denominaban SIDA –Síndrome de Ingenuidad Democrática Adquirida- causado por el agente patógeno BIH –Burocrátilis Ilusus Hypokritus- y que afectaba tanto a funcionarios salientes como a entrantes, causando un estado paranoico. Se le llamaba “El virus del retrovisor”. Los salientes comentaban en las calles que los entrantes no servían y los entrantes que los salientes no sirvieron.
Las sesiones de los legisladores eran transmitidas en directo por “A todo pecho” dañándole el rating a otros programas humorísticos como Mister Bean, I Carly y El chapulín colorado. Eso era una maravilla. Una lluvia de indirectas entre quienes defendían a la administración pasada y quienes defendían a la nueva.
Los televidentes gozaban con el apasionamiento de ambos bandos y siempre tomaban partido como en el mejor de los realitys, pero nadie ganaba porque nadie tenía la razón. Ellos no sabían que la verdad absoluta no existe, que nada es bueno si no es grande y que nada es verídico si no perdura, sin embargo la muletilla que los agobiaba era: “la verdad tal cosa, la verdad tal otra”. Los legisladores insistían que ellos no representaban un partido sino una comunidad que los eligió, pero esto era un disco rayado causado por el virus. Otro síntoma que delataba públicamente la enfermedad de los legisladores y administradores era decir que ellos “no miraban por el retrovisor”. Nombrar la enfermedad la hacía menos penosa, por eso mentían.
Y en esas tierras llevaban generaciones sufriendo de esta epidemia y aun no han encontrado la cura porque no saben que están enfermos. Y colorín colorado, este cuento no se ha acabado.

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