La felicidad ja, ja, ja, ja

Pero que ¿Colombia es el país más feliz del mundo? Je, je, je. Al menos eso dice dizque una encuesta, aunque a mi no me encuestaron. Yo creo que no es que seamos felices sino que somos expertos en reírnos. Y como nos volvimos inmunes al dolor somos indiferentes a las malas noticias. Por eso antes de los noticieros anuncian que son un “programa familiar”, cuando deberían ponerlos en horario especial, pues en ellos se muestra más descomposición social que en “La sociedad del semáforo” –no recomiendo esta película a menores-. En Colombia la indiferencia es un valor que no exige mucho valor.
Pero ¿cómo puede ser feliz una familia que vive con el mínimo? Y es una gran mayoría. ¿Felices, cuando después de la sequía llega la insolación, después del incendio la inundación? Y no pasa nada porque “no es conmigo”. Y no hay pobreza. Y los índices de desempleo bajaron. Y le cambiamos estos dos secuestrados por tres guerrilleros y medio. Y la bala perdida. Y el joven hincha muerto por tener una camiseta de su equipo. Y otro ataque con ácido. Y la mina y la toma y los muertos y los mutilados y… y “no es conmigo”. Pues tan claro, con esa indiferencia tenemos que vivir felices. Indiferencia ante la dilapidación de recursos públicos, ante la corrupción, ante la pobreza, porque nos consideramos ricos cuando damos la limosna en las esquinas y en la ponchera sagrada.
Pero no hay pobreza y el que no trabaja es porque no le da la gana pues trabajo sí hay; y nadie se muere de hambre; y si Dios está conmigo quién está contra mi; y seguimos resignándonos y que se cumpla la voluntad del Señor. ¿O será que como Vicente hacemos propio el estribillo “Yo camino por la vida muy feliz con mi pobreza…” y la falta de dinero nos agranda el corazón y así vemos todo de otro color, como el firmamento, que no es azul? Como la calavera que ríe de la oscuridad de su tumba y solitaria comparte con otras el sueño al más allá con los ojos abiertos. Por eso ser feliz no es reír.
Pero somos felices. Y ante esta graciosa afirmación yo le pregunto: ¿Se le han humedecido alguna vez sus ojos de la tristeza al saber de la tortura de un niño? ¿Le han llegado a cortar los servicios por falta de pago? ¿Pensó alguna vez en suicidarse? ¿Ha envidiado la forma como vive un rico? ¿Tiene un empleo estable? ¿Cree que todo tiempo pasado fue mejor? ¿Cree que la guerra es inevitable? ¿Considera que debería ganar más? Porque si usted, mi estimado lector, respondió sí al menos a una de estas preguntas, no es feliz. Felicidad no es resignación, de ahí que el mediocre medio-cree. Créalo, no somos felices. Pero así es mi Colombia ¡carajo! Sólo aquí “aprendemos a reír con llanto y también a llorar a carcajadas”. Feliz fin de semana.

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