Lenguaje femenino

El idioma es cambiante y al igual que ocurre con el parlache, sufre metamorfosis como las ranas. Debido a eso hay quienes no teniendo nada más qué hacer se dedican al estudio del mismo. Y de eso es precisamente de lo que les quiero tratar el día de hoy, pues en este mes de la mujer me dio por “estudiar” ese idioma tan raro con el que ellas se comunican. Para las mujeres que estudian este caso de lenguaje femenino es fácil deducirlo, para nosotros los hombres es imposible. Este lenguaje es una rara combinación de palabras, entonaciones y pausas hechas con gestos en los que utilizan movimientos de las cejas.
Debido a que escribí este artículo pensando en el género masculino, a las damas que lo estén leyendo les recibo los descargos en mi correo. Estimados amigos les voy a dar unos pocos ejemplos con el que nuestras queridas mujeres se comunican:
-Las mujeres entablan “duelos” de guante blanco en tonos tan dulces que el hombre que está escuchando cree que intercambian cumplidos. O díganme si no les han escuchado a sus parejas hacer comentarios que levantan ampollas sobre otra dama ausente y a uno le da la impresión que es su amiga más querida.
-Somos numerosos los maridos que mientras nos digeríamos un suculento almuerzo dominical en donde hacíamos una casual visita de fin de semana, fuimos “arrancados” a la calle por nuestras esposas. Y fue nada más porque la anfitriona dijo: «¿Les provocaría un tinto?» y luego agregó con ese tonito que nosotros no entendemos «¿antes de irse? »
-Qué tal la frasesita: «¿No quisieran acompañarnos a tomar un juguito? » Uno, ingenuo, dice alborozado «¡claro que sí, encantados! » Pero la felicidad es apaciguada cuando nuestra pareja nos da un dulce codazo disimulado en el costado y en seguida responde con un: “No, gracias”. Ella entendió que la manera cordial de haberse hecho la invitación era «Entren a tomarse un jugo con nosotros» ¡Tonto! Y, claro, es ese tono tan extremadamente cortés el que indica otra cosa.
-Les cuento que en mis “extenuantes investigaciones” sobre este idioma femenino me di cuenta que las damas, en situaciones difíciles, hacen una pausa significativa entre algunas palabras para dar sus complicados avisos. Por ejemplo: usted llama a la vecina para pedirle el favor de que le cuide su hijo(a) mientras ustedes salen a un compromiso en el que no se permiten menores (una fiesta de despedida de soltero de un amigo, en la que habrá francachela y comilona) y la vecina contesta: «… encantada… bien pueda… traerlo…» ¿Ya se pilló las pausas? Pues indican, mi estimado amigo, que si usted quiere seguir teniendo buenas relaciones con su vecina, es mejor que se lleve su chino(a) para la atrevida fiesta o que llame a su amigo pa’ que le mande las fotos de la rumba al correo.
-Ahora esta otra joya de la jerga femenina: «No me compres nada el día de mi cumpleaños» ¡Ojo, papá! Le están recordando que ni por el chiras se le puede olvidar esta fecha y pilas llega manivacío.
-Cuidado, amigo. Si usted en una fiesta con su esposa le ha manifestado algunas atenciones a una dama y su esposa le pregunta: «¿Cierto que esa señorita es muy bonita? » ¡Ni se le ocurra decir que sí! Un cumplido de su esposa para con otra mujer a cuyo nombre hace preceder de la palabra “esa” lo puede poner en peligro.
-Aunque tal vez las perlas de frases, incomprensibles para nuestro cerebro masculino, que utilizan nuestras queridas hembras se manifiesten en plenitud en sus peleas de labia. Las mujeres nunca muestran haber comprendido lo que se ha dicho en realidad. Por eso no le contestan a una ofensa de otra con: «¡Tu vestido también es un mamarracho!» No. Ellas en cambio dicen: «Tu vestido también es muy bonito. Mi tía tiene uno igualitico y está feliz con él»
Sí, señores. Realmente nosotros de ese idioma, pocón, pocón. Así es que ni le pierdan tiempo a medio entenderlo y ni se les ocurra estudiarlo. Es más fácil entender el arameo o el sánscrito que los códigos que han creado nuestras queridas damas con un solo fin: hacernos quedar como una parranda de estúpidos. Mujeres, ay mujeres tan divinas… no queda otro camino que adorarlas.

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