Garaje salvador

Y al Humberto lo pidieron en extradición y vino a purgar su pena a Yarumal, aunque él se ha declarado inocente. Ya hace varios años trabajó aquí como profesor en una institución privada que se quebró. Luego encontró empleo como celador. Ganaba menos pero dormía más. Empleo que perdió porque su candidato a la alcaldía también perdió. Estuvo en Medellín varios años trabajando a raticos en cualquier cosa y viviendo de arrimao hasta que lo ilusionaron unos políticos con darle trabajo aquí en Yarumal, por lo que se vino desde el 30 de enero. Y así le han mamado gallo hasta ahora y le van a seguir dando bomba por güevón que les cree. En vista de esa crisis económica estuvimos consultando la forma de hacer dinero sin “robarle” nada a nadie y la encontramos: montando una iglesia cristiana. ¡Qué ideota! Pero, ¿qué necesitábamos para convertirnos en pastores? La respuesta nos la dio Google: debemos presentar ante la Oficina Jurídica del Ministerio del Interior una petición acompañada de otros documentos no menos difíciles de elaborar como lo son unos estatutos. Humberto ¡fácil! Volvimos a nuestro amigo que todo lo sabe, Google, y escribimos: «estatutos… para… confor… mar… una… igle… sia… cris… tia… na» ¡Enter! “Mijo, véalos aquí”. Con el cursor le señalaba en la pantalla “denominación”, “fines religiosos”, “régimen de funcionamiento”, “esquema de organización”, y los órganos representativos donde se debían expresar las facultades y los requisitos de los miembros de los órganos de dirección. “¡Papá, somos ricos!”, le dije, al tiempo que encorábamos una carcajada al unísono. Ese era el negocio perfecto. Ni Humberto ni yo pertenecemos a religión alguna. Esta era la oportunidad para aprovechar a nuestro favor la neurosis colectiva que es una religión. Si los curas y pastores lo hacen ¿por qué nosotros no? Pero ¿qué le ofreceríamos a nuestro redil?, ¿a aquellas pobres personas incautas que buscarán salvar su alma con nuestra doctrina? ¿Cómo les mentimos vendiéndoles la idea de que el alma no muere? ¿Cómo les construimos un mito como respuesta a lo desconocido? ¿Cómo hacemos una competencia justa a quienes administran los corderos de El Vaticano? Pues, como vamos a ser una iglesia revolucionaria perteneceremos al ala izquierda del dogmatismo. El nombre será (y con las manos hacíamos como que leíamos en un letrero): “Iglesia de la Santa Ala Izquierda del Espíritu Santo”. No se ría, mi estimado lector, que así han nacido centenares de iglesias. Pues, pastor Humberto, ahí está su nuevo trabajo. Usted que es tan elocuente, tan culto, tan ateo, Dios lo ha salvado. El papeleo es poco. La logística también. Sólo necesitamos un garaje, unas 100 sillas plásticas, un escritorio, un atril, una Biblia, un equipo de sonido con micrófono, 20 panderetas y dos o tres “patos” que toquen organeta y guitarras. El día que usted esté enfermo o enguayabao yo doy el culto. Vea, haremos sanaciones los domingos; el lunes, una vigilia para conseguir dinero; el martes, terapia del amor; el miércoles, oración por la paz y los moribundos; el jueves, alabanzas por la familia; el viernes, aplicación de la fe y milagros, y el sábado, bendecimos a quienes lleven la colilla de la consignación del diezmo en la cuenta de nuestra Santa Iglesia. Humberto, “Pare de sufrir” y olvídese de esos políticos que lo han engañado con un trabajo. Ellos son otra religión, la mala, la falsa. Nosotros nos quedamos sólo con el diezmo de nuestras ovejas, ellos con el alma. ¡Seremos ricos! En medio de la euforia nos gritó la niña que administra la sala de internet: “¿Les doy más tiempo?”. Respondimos que no. Al salir de allí me preguntó Humberto: “¿Mañana sí nos metemos a una página de ofertas de empleo?”. Le respondí que sí. Sonreí apesadumbrado de aquel amigo víctima de la política del retrovisor ¿Tendría para comer? Luego nos fuimos a tomar tinto a La Antioqueña con los mil pesos de la devuelta.

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