Que este réquiem llegue al santo que corresponde

Ahora que por fin estamos estrenando alguien que ayude con la gestión cultural del municipio, aprovecho para felicitar a quienes desde la carestía y la soledad han hecho lo mejor que han podido por la “cenicienta” a pesar de los errores políticos pasados. El primer error fue haber abolido el cargo de “Director de la Casa de la Cultura”, el segundo, no haber nombrado a nadie que cumpliera esas funciones, con lo que se perdió una gran cantidad de dinero, por no haber quien firmara en ese encargo (políticas de Mincultura) y otro no menos lesivo, agregar la parte cultural a la Secretaría de salud, con lo que la enviaron a cuidados intensivos. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que la cultura puede que se salve en la necropsia. A la administración actual le dio por hacer de la cultura parte de la Secretaría de educación y con eso se anotó un punto. Pero mientras resucita la “cenicienta”, esta es nuestra letanía: “Hijo ingrato que paseas tan ricamente vestido y a causa de mis sudores descansas en tanto olvido, mira a tu padre quemando y lo puedes remediar”. Vino a mi mente este clásico de la rima religiosa viendo cómo descansan en la paz fría y sola la Casa de la Cultura de Yarumal y la Ciudadela Horizontes. Los pañuelos también lloran. Y los artistas buscan un hombro sobre el cual derramar lágrimas. “Dales Señor el descanso eternooo”… Los músicos tocan en estos momentos una sinfonía sin instrumentos. Hay saxofones que suenan / sus narices oxidadas en un rincón… Los poetas ya no hacen sonetos en sus libretas. La inspiración se quedó sólo en atraer el aire a los pulmones… Los teatreros ya no escuchan el sonar de sus zapatos en los escenarios y tarimas. Las únicas obras que recitan son las obras… de caridad… Los pintores añoran sus pinceles, sus óleos y sus lienzos. Sus exposiciones son al sol, sentados en las bancas del parque… A todos estos artistas, “…que Dios los saque de pena y los lleva a descansaaar”. Los escultores añoran la piedra que tiene formas infinitas por dentro. Sus cinceles oxidados ya no esculpen… escu-pen... Los bailarines de las danzas y del ballet folclórico, esperan impacientes volver a sentir cómo se puede mover la cintura sin llegar a un orgasmo. Allí, en un estante, trajes típicos esperan quién los saque a bailar. Como los feos en las fiestas. A todos estos artistas y artesanos, “réquiem eterna domine y domeeen”… Cosa rara, la cultura sigue siendo una cenicienta a la espera de una zapatilla a su medida. Los artistas, siguen siendo los sapos encantados en espera del beso de una doncella. Y los espectadores siguen siendo los invitados a leer el mismo cuento de hadas de siempre cuando no tienen sueño. ¡Ay, querido San Gregooorio!… para qué ese auditooorio. ¡Santo patrono Martííín!… para qué el video “biiin”. ¡Recémosle a San Clemeeente!… pa’ que allí vaya la geeente. “Ay conciencia siempre viva, hay cuándo se ha de acabar”. En el nombre del canto, del poema y otras artes, aaaaaméeeen.

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