Personas “corridas”

De esas cosas que hace uno cuando enciende el televisor después de una hora en punto. Todos los programas han iniciado. Como no veo ni novelas ni series, me quedo dando vueltas a toda la programación pasando por todos los canales hasta encontrar cualquier cosa de interés. Casi siempre termino en los canales National Geographic, Discovery Chanel o History Chanel. La semana anterior pasaba canales y me detuve en uno porque me llamó la atención la escena que veía: una corrida taurina. Me fijé bien en ese macabro espectáculo que tanto he detestado. No disimulé mi sonrisa con las poses un tanto exageradas del torero. Parecía una coqueta modelo pretendiendo puntos ante un jurado. Claro que esta no era una modelo ni un hombre amanerado, por el contrario, su vestimenta ceñida al cuerpo como las trusas femeninas dejaba percibir su gran dotación sexual. Yo en esos atuendos quedaría como una mesa de fritanga: pura costilla y chorizo. Pero la sonrisa desapareció al instante al ver horrorizado el martirio del pobre toro. De la parte posterior del cuello le pendían coloridas banderillas clavadas en el cerviguillo que hacían que sangrara poco a poco. El torero, en una de sus poses amaneradas, amenazaba con clavar una espada en la cerviz del agonizante pero valiente animal, mientras ponía la punta de su pie izquierdo delante y la gente coreaba oles. Eran oles entusiastas de sádicos asistentes. Algo tal vez parecido a como nos cuentan que era el espectáculo en el Coliseo romano. El ser humano disfruta cuando el débil se desangra. En el Coliseo la fiera devoraba indefensas personas en la arena mientras una multitud se embriagaba en las graderías. Un festín para un león hambriento, una fiesta para los concurrentes. Lo peor del caso es que las corridas de toros son dizque un deporte, a eso lo llamo yo matar por deporte. También son una tradición (y como tal hay que mantenerlas, dirán algunos); hay costumbres que no se deben promover o si no todavía estaríamos sacrificando niños a los dioses. También se dice que las corridas son una arte como la pintura, el teatro, la poesía o la música; la cultura no nos hace sangrar, la hacemos así sangrar. Hay personas más osadas que aseguran que el toro no sufre y que nació para eso y otros más lanzados simplemente dicen que el que no quiera verlos que no vaya, o como en el caso mío, que cambie de canal. Qué sarcasmo. Señor Petro, señor Fajardo, súmenle un punto más a sus gestiones de gobierno, pero aparte de las corridas de toros hay que acabar con las galleras. En las ferias taurinas se refleja así la bajeza del ser humano. Una piedra no puede ser menos piedra, ni un perro menos perro o menos animal; pero un ser humano sí puede ser menos humano. No sé por qué un sinónimo de “humano” es “piadoso”. Allí, en la arena taurina, no hay piedad. Allí, se manifiesta el impulso asesino que todos llevamos dentro, cosa que algunos controlamos, pero que otros, amantes del homicidio taurómaco, reflejan eufóricamente. ¿Por eso la llamarán fiesta brava? No es casual que las denominen “corridas”. No hay mejor apelativo. Aunque deberían llamar así a quienes disfrutan con esa cruel tortura. ¿Qué tal que en vez del toro estuviera la mascota del asistente? Otro sería el “ole”. Valiente espectáculo el de jugar con la víctima. Instinto animal que tienen los felinos cuando se divierten con su presa antes de matarla. Valiente espectáculo nos heredó España, a quienes debemos nuestro hermoso idioma. Por eso, Dios les pague; pero por la horrible feria taurina, Dios los perdone.

Comentarios