Baúl viejo

La llave estaba justo al lado del baúl. No me explico cómo mi abuela la olvidó esa noche. Nunca me había querido decir lo que guardaba allí. Dejé la puerta entreabierta para escapar más fácil si escuchaba pasos, aunque esa pieza, en la que esconde sus recuerdos se encuentra lejos de la suya. Emocionado por mi hallazgo abrí impaciente, con manos temblorosas, el grueso candado que sellaba las historias de mi abuela. Un susto ahogador hizo abrir mi boca al escuchar el crujir de la puerta del viejo baúl. La despertaría. Mi asombro fue más grande al ver, en un rincón, al lado de trebejos, fotos y cartas, a ese pequeño unicornio blanco y tímido. Al tratar de cogerlo rozó la palma de mi mano con su atornillado cacho, lo que me hizo retirar instintivamente y fue en ese descuido cuando salió volando dirigiéndose al cuarto de mi abuela para robar su alma. Yo fui el culpable de su muerte. Por eso estoy aquí, triste, en silencio, a la orilla de este río, con las llaves del baúl en mi mano mirando hacia la nada.

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