Tal vez este sea el
único conductor del pueblo que sonríe todo el tiempo mientras trabaja. Pero
esta no es la única virtud que posee y que hace feliz a quienes utilizan sus
servicios, pues tampoco pone música a todo taco y siempre viaja por zonas donde
no hay huecos para llevar a sus pasajeros, ni carga borrachos los fines de
semana. El pasaje es el más barato de todos, sin embargo no hace una
competencia desleal a sus colegas los taxistas, al menos eso creen ellos.
Durante el viaje los pasajeros pueden disfrutar
de hermosos paisajes como un mecatiadero donde venden mangos, galletas, chitos
y confites, una espectacular dulcería donde se consiguen las mejores obleas
caseras de Yarumal, una fábrica de deliciosas crispetas y una empresa que vende
las únicas salchipapas con toque secreto de sabor.
Como creo que todavía no saben de quién les
estoy hablando les voy a dar más pistas. Este conductor de eterna sonrisa, con
el mejor servicio al cliente que se pueda tener, es el único que no se sienta
al volante, pues como no tiene pase lo puede partir don Libardo -que a veces se
las trae-, por lo tanto pone a manejar a uno de sus pasajeros. El taxi que
conduce se parece más a un bus escalera por su piñatesco colorido y nunca se ha
pinchado una llanta, ni ha llegado a rallar otro vehículo mientras parquea el
suyo ¡Increíble! ¿No? Es el único conductor de Yarumal con una ruta pa’ él solo
y el único taxista también que luego de trabajar duro se queja de cansancio en
los pies. Pero eso no es todo. Su eterna y encantadora sonrisa en nada se
parece a la de Ronaldiño. Tal vez sonríe porque disfruta de verdad su trabajo o
porque para variar y no aburrir a sus clientes, a veces, en vez del pintoresco
carro aparece con uno de los dos aviones que posee ¡Aviones! Son los únicos
aviones con pito que se conocen en estos lares y el único piloto que en vez de
casco lleva sombrero.
¿Que a cómo es el pasaje? Pues una vuelta
vale $ 200, tres en $ 500.
¿Que quiénes son sus pasajeros? Niños y
niñas nada más.
¿Qué días trabaja? Pinchao el hombre se da
el lujo de trabajar sólo los fines de semana. El resto de la semana se la pasa
haciéndole mantenimiento a sus tres vehículos.
Don Rubelio Villegas, el conductor de la
eterna sonrisa, tiene esposa, pero no tiene hijos. No los necesita. Cada fin de
semana su trabajo le regala decenas de hijos. Ajenos eso sí, pero niños al fin
y al cabo, a quienes les hace realidad el sueño que tienen los grandes que
manejan carro: no tener nunca un accidente. Los niños que viajan en el vehículo
de don Rubelio nunca han matado una paloma, ni se han quedado sin frenos y el
día que se queden varados a mitad del camino, él se encargará de enviar estos
sonrientes niños en avión particular a los brazos de sus padres, quienes
esperarán impacientes, pero seguros, porque confiaron, por doscientos pesos, un
viaje de sus niños con el mejor conductor del mundo y uno de los mejores
pilotos del planeta.
Este artículo se publicó el 01-09-08 en el periódico Sueño norte de Yarumal, Antioquia, Colombia.
Comentarios
Publicar un comentario