(Cuento con el que se participó en el II Concurso Municipal de Cuento de Yarumal)
Cuando
Camilo tenía diez años, un sábado en la mañana encontró un ratón amarillo
dentro del espejo del baño. Su primera reacción fue apartarse y correr, pero se
detuvo al ver que el pobre animalito luchaba por escapar, tropezando con el
marco el cual roía con desespero, hasta que se detuvo un momento en una de las
esquinas, mientras miraba detenidamente a quien creía su verdugo. Camilo se
tranquilizó también pensando en el libro aquel que había en los estantes de la
biblioteca de su casa, en el que la protagonista era una niña llamada Alicia.
¡Era cierto! Luego intentó pasar la mano a través del vidrio y fue inútil, como con la pantalla del televisor, solo que allí había nada más un ratón amarillo asustado que le huía a su mano inquieta al tratar de tocarlo. Con los días ambos fueron tomando confianza al punto de jugar hasta que el uno carcajeaba y el otro chillaba de contento. Su espejo mágico, su juego preferido.
¡Era cierto! Luego intentó pasar la mano a través del vidrio y fue inútil, como con la pantalla del televisor, solo que allí había nada más un ratón amarillo asustado que le huía a su mano inquieta al tratar de tocarlo. Con los días ambos fueron tomando confianza al punto de jugar hasta que el uno carcajeaba y el otro chillaba de contento. Su espejo mágico, su juego preferido.
Pasados varios días Camilo contó el secreto
a Lucy, su hermanita de doce años. Le era imposible guardarlo por más tiempo y
cuál sería su sorpresa cuando ella exclamó un “no puede ser” con los ojos
abiertos y aún más cuando le confesó que hacía dos semanas se le aparecía un
tierno gato azul en el mismo espejo. Eso explicaba sus idas frecuentes al baño
y las peleas por ocuparlo a encerrarse largos ratos a pesar de que había otro
baño junto el patio; no era la enfermedad a la que se refería la mamá. Salieron
corriendo para comprobar sus historias hacia el sitio donde se resguardaban sus
mascotas y lo que hallaron fue… el espejo roto en el piso manchado con un
líquido espeso de color verde.
A pesar de haber pasado cinco años de ese
suceso ni Lucy cree la historia del ratón amarillo de Camilo, ni éste en la del
gato azul de ella. A veces la recuerdan y luego guardan silencio cambiando el
rumbo de la charla como si ocultaran otro secreto.
No han vuelto a discutir por el uso
frecuente del baño ni a hacer el intento de mirar juntos el espejo que
sustituyó el dañado por temor a que se rompa.
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