MI NOMBRE AL SENADO

¡Increíble! en la mayoría de los países del mundo para ser senador, inclusive en los que legisla una asamblea nacional de tipo unicameral, los requisitos para ser parte de ese honorable cargo en el que se ganan “chichiguas”, pues ese salario no alcanza para el plan del celular, para tanquear los carros, transportar los escoltas, es nada más ni nada menos que haber nacido en el país, ser ciudadano en ejercicio y tener más de treinta años. 

En la Constitución Política de Colombia se encuentra un extenso artículo al respecto que reza así: Artículo 172. Para ser elegido Senador de la República se requiere ser colombiano de nacimiento, ciudadano en ejercicio y tener más de treinta años de edad al momento de la elección. ¡Qué cosa tan tremenda! Porque no sé qué significa “ciudadano en ejercicio”. Un momento me voy pa´ Google que todo lo sabe… (¿?) Ahhh, ya… Bien... En fin que en México también le anexan a esa difícil lista de requisitos para tan emérito cargo el de “no ser ministro de algún culto religioso”. Por algo será, señora Piraquive.


Pues siendo así, mis queridos amigos, como no tengo nada en qué gastar el tiempo libre que me queda, para ganarme un dinero extra me lanzaré de senador. ¡Fácil! Cualquier ciudadano mayor de 18 años lo puede hacer desde que tenga vigente el certificado del DAS. No importa si se tiene estudio o no, la condición es saber firmar. Cumplo con las expectativas. Ya me inscribí, avalado por el popular partido político denominado Movimiento Telúrico.

Mis asesores me informaron que en mi campaña debía decir, como lo hacen todos, que “un importante sector de la comunidad me había postulado”. Como no estoy practicando ningún deporte no puedo decir que fui postulado por los deportistas, pues sólo le corro a las culebras; por la cultura, menos, aunque sí tengo relación con ella pues mi vida ha sido una comedia, he sido títere del Estado y parezco una caricatura; por el sector económico ¡tampoco!, nunca he tenido plata y el único negocio bueno que he realizado fue no estudiar para cura; del sector religioso no hablo porque tuve un problema con el cielo cuando discutí con mi abuela el por qué Dios no era mujer siendo tan alcahuete que todo lo perdona y los dos se enojaron conmigo ¡Paila!; no me postulo en nombre del movimiento LGBT pues me parece una maricada y creo que si digo que represento a las mujeres cabeza de familia no me creerían. De todas formas, según mis asesores, debo decirle a la comunidad que un sector representativo del departamento me postuló.


Otras estupideces que debo manejar, según mis dignos asesores: manifestar en las reuniones que no prometo nada (es lo que está de moda entre los candidatos); que debo aspirar por un partido por pura necesidad del aval político; que tengo alta experiencia en liderazgo, que yo en el senado sí voy a hacer debates, que me preocuparé por el bienestar de todos sin distingo de partido –je, je-, que no tengo ningún interés personal en llegar al congreso, que no estoy obsesionado con ese cargo, que no me interesa el poder y otras sandeces que debo aprender de memoria, según mis asesores, si quiero ocupar la silla del honorable recinto.


El problema es que si llego a ser senador me toca hacer lo que hacen todos los “honorables”: aprender a discutir con diplomacia y un poco de hipócrita agresividad para que los asistentes y televidentes vean que estoy haciendo un debate; los dos primeros años debo estudiar sobre formulación de proyectos, el tercer año formular siquiera un proyectito en favor de la comunidad que represento y el cuarto año decirle a mis electores que el gran proyecto no pasó por Ley de garantías; si llego al Congreso debo aprender repostería por aquello de “partir la torta” –perdonen mi ignorancia-, hacer un curso de teatro para manejar bien la imagen y hacer la paz con Dios para que perdone esa farsa.


Claro que no seré senador sin la desinteresada asesoría de varios ex-alcaldes y ex- gobernadores destituidos por la Procuraduría, por pura envidia, quienes fueron castigados por tratar de ayudar al pueblo, y sin su voto, mi estimado e-lector. Vote por mí. Yo soy el candidato que tengo mejor perfil de todos. Pregúntenle a mi fotógrafo, quien asegura que mi perfil es... de ladito.

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