SALMO 151

Resultado de imagen para silueta de persona gritando de pieDe pie ante el altar que es tu nombre, bautizo del sápiens temeroso, grito tu ausencia, Señor, con la boca cerrada para que no me escuche de tu rebaño alguna oveja dormida. Tú que vagas por encima del círculo de la tierra dime ¿cuán alto andas que la razón no te alcanza?

Tu nombre, creación del Homo Religiosus, ancestro que tuvo más cayos en sus rodillas que en sus manos aun existe esta especie, más evolucionada—. En tu nombre, Señor, se han realizado acciones heroicas y las más atroces masacres. El genocida quiere parecerse a ti, Señor  de los ejércitos, que no tuviste sensibilidad para arrepentirte ante los gritos inocentes de los niños incinerados por tu mano en Sodoma y Gomorra. Nos parecemos a ti, como los santos que terminan pareciéndose a sus estatuas.


Tu nombre que habla tu existencia eónica e infinita por el tiempo: Krisna, Zeus, Yahvé, Dios, Alá ¿cuál es el verdadero? ¿Dónde estabas antes de que el primer ser humano te balbuceara? ¿De qué te ocultabas? Desde hace seis mil años sabemos de tu presencia ¿dónde estabas hace veinte mil años? Nos abandonaste a nuestra suerte luego de crearnos. 

No sabíamos qué hacer cuando un fenómeno natural nos asombraba. No sabíamos cómo resignarnos a la muerte de un pariente o a la sospecha cruel de la nuestra, cuando necesitábamos seguir viviendo, tener acceso a lo improbable, tu paraíso, Señor, tu cielo de arpas y coros, de luces infinitas, de ríos, frutales, de ancestros, de soles de por vida en medio de la muerte.

Religiones en tu nombre. Un mundo inundado por el tótem, monumentos, debería estar poblado por estatuas y ser frío, limpio de contaminación, habitado por sordos y mudos, ante el eco persistente de tu adoración, de tu ego omnipresente y omnisciente que viaja al borde de las constelaciones del tiempo.

Las religiones en tu nombre, fuente activa de violencia, ríos de agua viva atosigados de cadáveres. Cuántos muertos en tu nombre, dios de ignorantes armados que todo lo perdona: la inquisición, santa, la persecución de las brujas, la muerte de alguien que se atrevió a dibujarte, que mostró tu rostro parecido al hombre. Terminaste pareciéndote a nosotros en un mundo modelado por tu mano, dios del caos que no inventaste el dogma.

A ti, dios de la guerra, sólo se puede llegar a través del ser humano y desde un ser humano. Por esta razón quiero llegarte a través de estas líneas, con mi palabra y mi reclamo por haberte filtrado como un concepto en la parte del cerebro en donde habita la inocencia.


Aleluya, aleluya, aleluya, rey de la guerra, dios de los ejércitos.

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