POR SI SE ACABA EL MUNDO

 

 Puede ser una invasión alienígena, o una gigantesca erupción volcánica o un megaterremoto o un virus sintético lo que nos borre del sistema solar para siempre. Últimamente se han pasado por redes sociales todo tipo de posibles debacles que pueden exterminar la vida humana, en lo que hemos dejado de planeta. Por lo pronto, ya estoy listo para cuando un asteroide impacte con nuestro efímero mundo y todo por aquí, en esta ceniza universal llamada Tierra deje de existir. 

Lo primero que hice fue resignarme a morir al lado de la gente que amo y arrepentirme de las cosas que no tuve oportunidad de hacer, entre ellas no haber ido al concierto de Madonna, subirme al escenario y pedirle que me dedicara Holiday. Aunque no me crean ya empecé a leer la Biblia, voy en la parte que dice: “Al principio Dios creó el cielo y la tierra”. Ya me gasté la plata que tenía ahorrada y solamente dejé para comprar una garrafa de ron; el momento de la debacle quiero que me atrape bien borracho, tal vez así tenga el valor de retar los cuatro jinetes de los que habla el Apocalipsis. Como ya estoy listo física y mentalmente tengo autoridad moral para aconsejarle que se gaste lo que tenga en lo que le dé la gana y ni se le ocurra pagar culebras. 

No haga testamento alguno ¿A quién le interesan sus bienes si dentro de poco no habrá nadie, ni herederos, ni notarios, ni abogados que reclamen su herencia? Recuerde que tiene pocos días para hacer sus últimas locuras, monte en helicóptero o en globo o en parapente o en paracaídas, en todo caso no se muera sin probar otra forma de volar diferente a la marihuana. Peque todo lo que pueda, haga el amor hasta el hastío, así hará las paces con su órgano sexual y luego haga las paces con sus enemigos, vaya a misa o al culto de su iglesia y después arrepiéntase, para que haga las paces también con Dios.


   Se habla tanto de diferentes razas alienígenas que tenemos de vecinos y de otros que dizque viven entre nosotros, que no dudo pronto se manifestarán por todos los medios de comunicación, para informarnos que nos van a usar de combustible para sus naves espaciales y para abonar unos cultivos que tienen en la cara oculta de la luna. Se acerca el fin, ¡preparaos!

   Cuando el día de la catástrofe sea anunciado, muérase con la camiseta de su equipo de fútbol o la Biblia abrazada a su pecho y si no es fanático de nada y, por el contrario es un escéptico, duerma tranquilo que en la mañana siguiente lo espera un buen desayuno, mientras ve en las noticias el montón de pendejos que se suicidaron al no poder soportar estar vivos a la hora de su muerte. 

Y si cree que es cierto, que esas teorías son verdaderas, entonces ya sea que nos extinga un gigantesco asteroide, un fogonazo solar o la explosión de un volcán, acuéstese bajo la cama, encomiéndese a su santo de confianza y aconséjele que se busque otros adeptos en otro planeta que muy pronto en la tierra nadie le rezará y eso es malo para su ego; ah, dígale lo mismo a Dios y, si le queda tiempo, a las 11 mil vírgenes, con esto tal vez se gane el cielo que le prometieron. 

Lo que soy yo, mis estimados amigos, me voy a preparar para el fin del mundo que se aproxima de la siguiente manera: el próximo sábado voy a invitar vecinos, amigos y familiares y adelantaremos la navidad; haremos sancocho, natilla y buñuelos; destaparemos los regalos a eso de las siete de la noche; brindaremos por las dichas del mundo que termina y haciendo caso a las profecías, teorías conspirativas e informes de la NASA, a media noche gritaremos: ¡cinco!, ¡cuatro!, ¡tres!, ¡dos!, ¡uno!, ¡feliz añoooo! Mi estimado lector, lo invito a que haga lo mismo, al borde de la muerte todo se vale. 

Si no pasa nada y ve que al único que se le acabó el mundo fue al marrano o al pavo que se comieron, espere el nuevo año cargado de optimismo. Si por el contrario el mundo se acaba pa’ la otra semana, no lo cogerá en sano juicio, eso sí, aténgase al juicio final. En todo caso, no se pegue un tiro.


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