La Ciudad-dela Ausencia


Tengo una enfermedad mental que da tumbos en mi cavidad craneana y no quiero hacerme el sordo ante ella para conservar mi cordura. A este síndrome lo denominó el filósofo Fernando González el Complejo de hijo de puta, yo sin ser psicólogo les cuento qué es esa locura, vean: imagínense que ustedes son un niño de diez años que acaba de descubrir que su mamá se gana la vida prostituyéndose (aclaro que no tengo nada contra esta profesión), ya entiende por qué ella llega tarde siempre, a veces borracha, pero usted quiere creer lo que siempre le aseguró, que trabaja de mesera en una cantina. Al día siguiente de haber descubierto ese engaño maternal su profesora de ética en la escuela realiza una actividad que se llama “proyecto de vida”, y hay que responder a la pregunta “¿a qué se dedican sus padres?”. Pues lo mordió la vaca cuando le tocó socializar su respuesta al grupo, porque usted lo sabe y aunque se sienta orgulloso de esa mujer que tanto le ha dado, no sabe cómo expresar lo que su lengua traga, sin embargo, ante la insistencia de la profe “te estamos esperando, cuéntanos a qué se dedica tu mamá”, vos mirás al piso y entrecortado respondes “ella trabaja de mesera”.
   Este complejo lo he sufrido varias veces últimamente y no me ataca sino cada que tengo que estar en la Ciudadela Educativa y Cultural Horizontes, nombre tan extenso para un nido de fantasmas, debería llamarse Ausencia. Allí, hace un par de semanas nos reunimos 90 personas del departamento que en algo tenemos que ver con la lectura y la escritura, la mayoría licenciados en español. Yo por ser del municipio anfitrión estuve junto con la profesora Liliana y el señor Favio, Jefe de núcleo educativo, pendiente de detalles y ¡oh, caray!, que hay que conseguir proyector porque este no funciona, que necesitamos otro (nos habíamos dividido en dos grupos de trabajo) porque este otro está fallando, que la extensión, que unos marcadores, ¿alguien sabe de un tablero?, ¿habrá forma de un micrófono?, ¿dónde conseguimos unas pilas para este aparato?, ¿alguien puede decirle a esos niños que se vayan a jugar afuera? ¡Noooooooooo! Lo más terrible, cuando Rafa Uribe, un profe y poeta de Entrerríos expresó “este espacio tan amplio y moderno y tan sub utilizado”, tragué mi lengua, mordí mis dientes, miré hacia el piso y me dije: es mesera.
   Allí, en la Ciudad-dela Ausencia, hay una moderna biblioteca, ¿dije biblioteca?, ¡no, hay libros nada más! La frase aquella ratón de biblioteca no funciona para esta mazmorra porque allí no van ni los ratones, por eso de que los elefantes temen a estos roedores, este elefante blanco que nos heredó la Gobernación se quedó dormido en su desierto. Ah paquidermo perezoso ¡que alguien lo despierte!

   Pues, mi estimado lector, si alguna vez usted ha pasado por este solitario lugar y piensa que esa platica ahí depositada se perdió, si al entrar se siente abandonado, sin atención (y no porque no haya director(a), ni bibliotecario(a), ni nadie encargado de ludoteca, ni nadie encargado de la sala de cómputo, ni nadie encargado del mantenimiento o aseo, ni más faltaba), si siente un leve vacío con impotencia y rabia, si siente vergüenza, pena ajena, no vuelva a la Ciudad-dela Ausencia porque le causa el trauma psicológico denominado complejo de hijo de… aquella.

Comentarios