Del patrimonio al matrimonio

La Ley de Cultura (Ley 397 de 1997) define el concepto de cultura como “el conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales, intelectuales y emocionales que caracterizan a los grupos humanos y que comprende, más allá de las artes y las letras, modos de vida, derechos humanos, sistemas de valores, tradiciones y creencias”. Vemos que en la definición no está bien claro el concepto de identidad cultural, pero más adelante, específicamente en el artículo 4, cuando hace la definición de patrimonio cultural de la Nación, se infiere que se trata de lo que denominamos identidad cultural. Leamos: “El patrimonio cultural de la Nación está constituido por todos los bienes y valores culturales que son expresión de la nacionalidad colombiana, tales como la tradición, las costumbres y los hábitos, así como el conjunto de bienes inmateriales y materiales, muebles e inmuebles, que poseen un especial interés histórico, artístico, estético, plástico, arquitectónico, urbano, arqueológico, ambiental, ecológico, lingüístico, sonoro, musical, audiovisual, fílmico, científico, testimonial, documental, literario, bibliográfico, museológico, antropológico y las manifestaciones, los productos y las representaciones de la cultura popular”.
Citamos parte de los primeros artículos de la Ley de Cultura precisamente porque en nuestros pueblos hace falta identidad cultural. Para poner sólo un ejemplo: el año pasado el Honorable Concejo Municipal de Yarumal, so pretexto de que los versos del Himno de Yarumal eran muy extensos y en una tonalidad alta, formuló un proyecto de acuerdo mediante el cual se cambiaba, de buenas a primeras, el épico Himno, por el Himno Antioqueño, pues Epifanio Mejía, autor del último, era yarumaleño.
Como esto sucedió sin que la comunidad se diera cuenta, el acuerdo fue aprobado y con esto dejaron a todos los yarumaleños, que suspirabamos con las estrofas de nuestro himno, sin parte de la historia local, ya que el Himno de Yarumal contaba desde sus epónimos, hasta las grandes batallas y combates que se dieron en sus tierras. Algo curioso es que de los trece integrantes del Concejo Municipal, ninguno era historiador y por eso nadie le dio el valor épico que se merecía. De los integrantes de ese Concejo, ninguno era músico y por eso no se dieron cuenta en su ignorancia que en el país hay varios himnos de versos largos y que para bajar de tonalidad las notas de una canción en un pentagrama, no se necesita ser un Mozart.
La ciudadanía tampoco se pronunció al respecto. Y entonces pasó lo que hace algunos años con la bandera del municipio, que tenía una franja roja y como estaban gobernando unos políticos conservadores, cambiaron el color rojo de la bandera por el verde de la esperanza.
Aunque no ocurre nada más en este entorno, la importación de música caribeña ha traído consigo otros lenguajes y sistemas simbólicos de comunicación. Es una cultura dentro de otra cultura. Esto causa el desdén por lo propio y el amor por lo que está in, lo americano. Y si un artículo no es hecho en Colombia porque no se lee made in usa en su etiqueta, “no es original”. Fernando González lo expresa mejor en su libro Los negroides cuando dice que pareciera que poseyéramos complejos de hijos de puta.
En lo político ni qué hablar. Nos han dicho muchas veces que somos amnésicos porque elegimos aquellos políticos que sabemos han estado involucrados en temas de corrupción. Nos han dicho que los pueblos tenemos los gobernantes que nos merecemos y sin embargo seguimos con el síndrome de Van Gogh bajo la disculpa de que “todos los políticos roban”. Volvemos a pecar por falta de identidad porque justificamos lo malo con el “alguien, bien o mal, tiene que gobernar”. Ojalá, con el escándalo que ahora existe por la popular para-política, cambie la concepción del elector primario y los padres de la patria se desmovilicen declarándose inhabilitados para continuar legislando y gobernando para los terratenientes y explotadores del país.
Esta falta de identidad, de arraigo, de amor por lo propio a la postre es causante del retraso de los pueblos y ojalá, con nuestro silencio, no le estemos dando disculpas a nuestros nietos de que nos reprochen porque no hicimos nada o hicimos muy poco. La tierra, como lo expresara el jefe indígena Siux, no se hereda sino que se deja en herencia. Y es esta la única razón de nuestro paso por ella.

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