Del volver al hasta luego

A mis profes amigos del María y la Rosenda

Pero la nostalgia no tiene que volver
como la gota a la nube.
Es mejor hacer de la tristeza
volcanes de otredad
para que con los fuegos
cultivemos más montañas
que hablarán de lo nuestro.
A veces es mejor volver a lo que tuvimos,
como la fruta a la semilla,
las mareas a la luna,
el semen y el óvulo
al ser humano.
Aunque haya otras
que para empezar de nuevo,
se regrese.
Dar media vuelta y seguir adelante
no es retroceder
después de sobrepasar el pantano,
conquistar la orilla
y percibir, luego, un espejismo.
En los muñones que quedaron
de tanto caminar
regresaré a mi sitio,
volveré,
como el nido al ave,
el aroma a la flor
y la ceniza al mundo.
Cómo no volver
a donde rescataron lo poco de mi cuerpo,
lo que había en la inmensidad de mi cabello
-manchas del polvo de la tiza
adheridas al lienza que antaño fue negro-.
Cómo no volver al principio del respeto del maestro,
al liderazgo en la montaña,
a la persona que antes fui.
Cómo no regresar a la tierra que nos creó
del barro, del agua, la semilla, del sol,
de un suspiro, del viento en la cuenca del río
donde vivieron los ancestros.
Yo no me voy del todo…
regreso otra vez.
Llevo en mis alforjas,
todo lo que aglutiné de alegrías
y sé que el camino no alcanzará para gastarlas.
Empaqué tantas en este sitio,
que los años que me quedan
no aguantarán las carcajadas.
Llevo en mis costales la prudencia
que enseñaron mis maestras y maestros
y el encargo de la felicidad de los abuelos.
¡Tanta felicidad empaqué en mis costales
cargados de Ustedes!
que tal vez lo que quede de mi tiempo
no alcance a avecinar esas riquezas…
Gracias, amigas y amigos de siempre, infinitos.
Aquí también dejé guardado, a escondidas,
mientras se distraían
y yo caminaba de puntillas,
parte de mi ser
-unas que otras letras,
inspiraciones de uno que otro verso,
y mis silencios-.
Escúchenme en las risas de los niños,
véanme en los ojos de los niños.
Que yo, con las manos con las que los abracé
ayudaré a construir otras escuelas.